La dictadura moral de la Iglesia

jueves, 27 de octubre de 2011

No voy a andarme con medias tintas, voy a criticar duramente a la Iglesia católica. No puedo permanecer ideológicamente neutral. Por supuesto que defiendo la libertad de opinión. Creo que justamente quien no la defiende es la Iglesia, que es la institución social más retrógrada y despótica de los últimos tiempos, imponiendo una completa dictadura de las ideas, engrilletando la libertad, la razón y el progreso, perpetuando ideas milenarias que ya no tienen razón de ser en nuestros días.



Soy consciente de la importancia histórica de la Iglesia en la cultura occidental y su labor social y humanitaria. Esta no es una crítica histórica, es una crítica actual y es una crítica ideológica. Sé que hay curas buenos y cristianos respetuosos y agradables en cuya compañía da gusto estar, personas que entienden que una cosa es la fe y las creencias personales y otra la ciencia, personas que no imponen sus creencias a los demás. Incluso hasta hay cristianos que no inducen (al menos consciente y voluntariamente) a sus hijos a profesar su misma fe porque entienden que es algo enteramente personal. Mi crítica de hoy no va contra estas personas, ni va dirigida contra los loables valores morales que pueden derivarse del estudio de sus textos sagrados, tales como la solidaridad, el amor o el perdón. El problema es que también se enseñan otros valores que no son tan buenos, que son los que criticaré en este post y que son más que los buenos. Por otra parte, los valores buenos pueden aprenderse por otros medios, con lo que en realidad la religión no es necesaria para que exista una buena ética o unos buenos valores humanos.

Toda religión tiene su propio dogma de fe. Un dogma de fe es un conjunto cerrado de afirmaciones que no pueden ser cuestionadas, sino que deben aceptarse porque sí sin hacer preguntas. Por eso es un acto de fe, porque se cree firmemente en ello, se está plenamente convencido de ello pero sin ninguna razón para ello. El buen cristiano será el que acepte sin rechistar todas y cada una de las afirmaciones del catecismo oficial de la Iglesia que corresponda, por ejemplo el Catecismo de la Iglesia católica (CCE). En la práctica muchos cristianos solo están parcialmente de acuerdo con sus postulados, con lo que teóricamente no serían buenos siervos, pero parece existir cierta tolerancia de esta disidencia ideológica parcial por parte de las autoridades eclesiales con tal de que, al menos, acepten las premisas fundamentales (básicamente el Credo). Pero en mi opinión aquí no hay medias tintas, o aceptas lo que diga la Iglesia (su catecismo al completo), que es la que manda, o no vale. Podrá ser creyente, que es una etiqueta más genérica e imprecisa, pero no católica, por ejemplo. Hay que usar los términos con propiedad.

En primer lugar, la Iglesia católica confunde en vez de aclarar, tal vez porque ni siquiera ella misma se aclara del todo, o aclarándose, no le interesa ser consecuente, incurriendo muchas veces en temas de doble moral, como predicar la austeridad o la vida sencilla por un lado y luego atesorar grandes fortunas y lucir riqueza en la vestimenta o en la alimentación, que el dicho de "vivir como un cura" o "comer como un cura" no fue una ocurrencia sin ninguna base; o recomendar la abstención y luego saltarse el celibato a la torera, y no digo por caer puntualmente en la tentación, sino a conciencia (conozco personas mayores que dan testimonio de haber servido en casas parroquiales y haber visto entrar y salir señoritas de dudosa moralidad, eso sí, con discreción, de los aposentos de los curas). Aquí otro ejemplo. Y por supuesto, la política general tipo yihad en donde mostrarse en contra del cristianismo o simplemente tener otras ideas sin meterse con nadie es considerado una blasfemia, y en cambio defenestrar a los ateos es un ejemplo de virtud y de buen cristiano. Este vídeo de animación ilustra bastante bien esta cuestión de hipocresía religiosa.

En una entrevista sobre su reciente libro El paisaje moral, el filósofo y escritor Sam Harris, famoso por sus feroces críticas al dogmatismo religioso, señalaba también algunas cuestiones interesantes:

¿Qué opina usted del papel que juega la religión a la hora de determinar la moralidad humana?

Creo que en general su papel no es positivo. Las ideas religiosas sobre el bien y el mal tienden a centrarse en cómo lograr el bienestar en la vida futura, y eso hace que constituyan una guía nefasta para asegurar el bienestar en esta vida. Por supuesto que hay unas pocos gemas que se hallan en todas las tradiciones religiosas, pero en la medida en que estos preceptos son sabios y útiles no son, en principio, religiosos. No hace falta creer en que la Biblia fue dictada por el Creador del Universo, o que Jesucristo fue su hijo, para ver la sabiduría y la utilidad de seguir la regla de oro (trata a los demás como quieres que te traten a ti).

El problema de la moralidad religiosa es que frecuentemente lleva a que la gente se preocupe de cosas equivocadas, obligándola a tomar decisiones que perpetúan, sin necesidad, el sufrimiento humano. Véase el caso de la Iglesia católica: es una institución que excomulga a las mujeres que quieren ser sacerdotes, pero no excomulga a los sacerdotes varones que violan niños. La Iglesia está más preocupada por detener la contracepción que por detener el genocidio. Le preocupa más el matrimonio de los homosexuales que la proliferación nuclear. Cuando nos damos cuenta que la moralidad trata de cuestiones de bienestar humano y animal, vemos que la Iglesia católica tiene tanta confusión sobre temas morales como sobre cuestiones de cosmología. No ofrece un marco moral alternativo; ofrece un marco falso.

Entonces, ¿la gente no necesita la religión para llevar una vida ética?

No. Y queda demostrado echando un vistazo a las vidas de la mayoría de los ateos, y a las sociedades más ateas de la Tierra: Dinamarca, Suecia, etc. Ni siquiera los creyentes obtienen, en realidad, sus principios morales más profundos de la religión; la Biblia y el Corán están repletos de preceptos bárbaros que todas las personas cuerdas y decentes deben ahora o reinterpretar o ignorar. ¿Cómo es que la mayoría de los judíos, cristianos y musulmanes se oponen a la esclavitud? Esa visión moral no procede de las escrituras, porque el Dios de Abraham espera de nosotros que tengamos esclavos. Consecuentemente, incluso los fundamentalistas religiosos extraen muchas de sus posturas morales de una conversación más amplia sobre valores humanos que no es, en principio, religiosa. Somos los garantes de la sabiduría que encontramos en las escrituras, tal como están. Y somos los que debemos ignorar a Dios cuando nos dice que matemos a personas por trabajar el sabbat.

En segundo lugar, reprime en vez de liberar. Ya no estamos en los tiempos de la Inquisición y la caza de falsas brujas (porque nunca hubo brujas auténticas), pero no hay libertad, no puedes pensar lo que te dé la gana sin que caiga sobre ti la vergüenza o el miedo a la condenación. Uno no está tranquilo ni en la soledad de sus pensamientos. A través de la figura de los pensamientos impuros, por ejemplo, se gobierna hasta el más íntimo espacio privado de la persona, la cual pierde hasta el derecho natural de imaginar lo que le dé la real gana. Para ello, se manipula afectivamente al creyente a través del sentimiento de culpabilidad, una de las peores herencias del cristianismo en nuestros días. Hasta tal punto está enraizado en nuestra sociedad, que incluso no hace falta ser creyente para experimentarlo, porque es una expresión afectiva que puede transmitirse por mero aprendizaje social, mismamente de nuestros padres en el contexto socializador de la familia. Otro ejemplo de represión es la satanización del sexo como actitud ante la sexualidad humana. El sexo se vivía con mucha libertad hasta que llegó el cristianismo. En la siempre pragmática Roma, por ejemplo, la filosofía era disfrutar de él todo cuanto se quisiese para de esta manera tener la mente libre y disponible para otros asuntos. Pero con la llegada del cristianismo se pasó de vivir la sexualidad con total permisividad a de repente satanizarla. El tan natural impulso sexual pasaba a ser el mismo demonio que lo enviaba para apartarnos de la vida recta. Tal como explica por ejemplo la antropóloga María Elena Collado en un artículo sobre cómo se entiende la sexualidad en diferentes culturas para el número 80 de Psychologies Magazine, en la tradición judeocristiana la sexualidad se asimila al pecado y la mujer, la Eva del pecado original, otra de las premisas teóricas incuestionables del dogma, al mal mismo. No hace falta ser muy listo para darse cuenta de hasta qué punto esto ha condicionado la mentalidad humana. Muchas mujeres no viven su sexualidad con libertad y satisfacción porque se hallan reprimidas por cultura: la satanización del sexo, una vez instaurada, se fue enseñando de generación en generación, y aún hoy, que empieza tímidamente a verse una progresiva nueva liberación, muchas jóvenes deben vivir su sexualidad en secreto o con vergüenza por miedo al alarmismo. Más ejemplos de condena de la sexualidad y de casi criminalización de la mujer los escribí hace tiempo para Neomente en "La tentación de Satanás, bendita sea" y en "Follemos simplemente porque mola". También se pueden leer algunos apuntes sobre represión sexual en el ensayo Antimanual de sexo de Valérie Tasso.

En tercer lugar, y siguiendo el hilo del punto anterior, condena en vez de respetar. La intolerancia de la Iglesia es más que evidente. Condenando la homosexualidad, e incluso concibiéndola como enfermedad o perversión, niegan la propia naturaleza humana y la libertad de ser y de tener las preferencias que uno quiera. Menos mal que ya no se lleva eso de quemar en la hoguera, de lo contrario ya me imagino quiénes serían las nuevas "brujas". Condenando el uso de métodos anticonceptivos, condenan en realidad a millones de personas a la enfermedad de transmisión sexual. En mi humilde opinión, la gravedad del tema no está en que nos digan lo que está bien y lo que está mal, ya que esto es algo necesario. La gravedad está en la forma en que lo impone la Iglesia católica a través de la figura del pecado, que me parece más un mecanismo de control basado en el miedo que un verdadero esfuerzo e interés educativos, ya que no es un "Mira, hacer esto está mal porque lastimas a los demás y sufrirán dolor y a ti no te resulta agradable cuando sientes dolor, ¿verdad?", o incluso un "Mira, hacer esto está mal porque lastimas a los demás y no querrás que los demás te lastimen a ti", por ejemplo, sino que es más como un "Hacer esto está mal porque irás al Infierno donde tu alma sufriría tormentos inimaginables eternamente". En los dos primeros casos se apela a la empatía y al sentido práctico, por ejemplo, mientras que en el último se apela al miedo. Preciosa manera de educar en valores humanos...

En cuarto lugar, fomenta el machismo en vez de la igualdad.  La Iglesia es una institución  machista. La Biblia rezuma machismo en muchas de sus páginas de papel de cebolla. Ya lo hemos visto en su actitud ante la sexualidad, con la equiparación de la mujer al mal. ¿Por qué tenía que ser Eva la que tentase a Adán y no al revés? ¿Por qué fue Eva la que se hizo de una costilla de Adán (clara idea de subordinación)? De hecho, la ciencia moderna nos dice que en realidad es más bien al revés, ya que en el proceso de gestación saldríamos todos mujeres por defecto si no se activan los mecanismos encargados de "masculinizar" al nuevo individuo, tal como escribí hace tiempo en "El interruptor genético del sexo". ¿Por qué el máximo representante de Dios en la tierra, el Papa, tiene que ser hombre? ¿Por qué no puede haber una "Mama"? ¿Por qué la Iglesia no permite la ordenación de sacerdotisas mujeres? En la jerarquía eclesiástica se aprecia claramente cómo los hombres gozan de más poder e influencia que las mujeres, condenadas a ser siempre "bajo clero". Y esto no es solo cosa de la Iglesia, procede ya de la Biblia, en cuyos relatos la mujer siempre desempeña un papel secundario y al servicio de los hombres. Hasta en el Nuevo Testamento, donde María es un personaje bastante relevante por ser la madre de Jesús, es tratada casi como un mero recipiente. Y he aquí otra muestra de lo retrógrado de la institución, pues me apena enormemente comprobar cómo el machismo que impregnaba el contexto sociocultural de la época y que lógicamente quedó plasmado en los Evangelios, ya que fueron escritos por personas que vivieron en aquel contexto histórico, lejos de superarse, se perpetúa, porque, al considerar la Biblia como la palabra de Dios, la Iglesia considera sagrado todo su contenido, sin pararse a considerar que dicho contenido, por haber sido escrito en tiempos en los que había un código moral diferente al actual, es contrario a los derechos humanos y al código por el que nos guiamos hoy y del que nos sentimos orgullosos, pues ha costado mucha sangre conseguirlo para que la Iglesia siga adorando los valores machistas del pasado.

En quinto lugar, adoctrina en vez de educar. Cuando no se muestran todas las opciones sin tomar partido por ninguna en concreto, para que sean los estudiantes los que elijan libremente o saquen sus propias conclusiones, sino que lo que se enseña es solo aquello que es coherente a los preceptos o dogmas de la ideología o religión que se profesa, no es educación, es adoctrinamiento. «La diferencia entre doctrina y educación consiste en que en la educación se persigue que el educando permanezca lo más externamente posible a los conocimientos acumulados y los analice; mientras que en la adoctrinación, el educando permanece dentro del cuerpo de conocimientos o creencias y absorbe sus enseñanzas. Por ejemplo, estudiar teología puede considerarse como un proceso de adoctrinación, cuyo equivalente educativo sería el estudio comparativo de las religiones» (tomado de Wikipedia). Cuando las autoridades de la Iglesia decretan qué textos son canónicos y cuáles apócrifos, están adoctrinando. También cuando la Iglesia se posiciona condenando el uso de métodos anticonceptivos, la manipulación genética, la homosexualidad, o simplemente la sexualidad a secas, está adoctrinando, está mostrando su postura ante un tema como la única válida de acuerdo a su religión, o a la interpretación que ellos hacen de ella, ya que solo su doctrina es la verdadera. Lejos de fomentar el librepensamiento, solo puedes pensar dentro de los límites teóricos de su propio catecismo. El ejemplo más extremo y peligroso de manipulación a que se puede llegar con el adoctrinamiento lo tenemos en los fanatismos religiosos.

En sexto lugar, entras fácilmente, pero no sales así como así. Es casi como una secta, en el sentido de que entrar a formar parte de la comunidad religiosa es sumamente sencillo, mismamente con el bautismo ya entras oficialmente en la Iglesia y quedas registrado en sus libros. Pero la posibilidad de salir de ella, de que te borren de todos sus registros, lo que se conoce como apostatar, es imposible. Como mucho, y tras un largo y tedioso proceso, tal como se puede apreciar en este enlace, pueden llegar a anotar tu voluntad de apostasía en el margen del libro al lado de tus datos, pero no borran (o tachan, porque creo que la informática no llegó todavía a su mundo) tus datos del registro, motivo que refuerza mi deseo de no bautizar a mis hijos hasta que fuesen mayores y así lo decidiesen ellos por voluntad suya. Más noticias sobre la apostasía aquí.

Estas son mis seis razones personales para no querer tener nada que ver con la Iglesia y para no querer ser, ni así me considero, católico ni cristiano, más que en la medida en que ello es herencia cultural y me ha tocado conocerlo e incluso formar parte por motivos ajenos a mi voluntad.

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